Agradezco la oportunidad de participar a través de este blog del intercambio de conocimientos auspiciado por IUS ET VERITAS, en el que además de poder compartir opiniones a nivel académico, me interesa también aportar experiencia adquirida en la práctica como litigante, mostrando los diferentes ángulos que deben tenerse en consideración al momento que surge un conflicto, sobre todo si se va a pisar terreno judicial o arbitral, en los cuales un tercero va a decidir cuál de las partes es la que tiene la razón.
Pienso que siempre debemos tener presente que una controversia puede tener diferentes alternativas de solución dependiendo de su nivel de complejidad y personas a cuyo análisis se someta la misma, hay distintas formas de ver y entender un problema dependiendo de aquello que una persona pretenda defender, de cómo lo ha vivido, sentido o de sus propias convicciones y personalidad o hasta de su estado de ánimo o circunstancias que en esos momentos lo rodean; estas variables también son aplicables a los juzgadores, quienes al momento de resolver una controversia llevan consigo todo lo que son, como piensan y muchas veces como se sienten, o que sienten o piensan de las partes o del problema[1]. La Justicia es un concepto que varia conforme la persona, hay temas en los que todos coincidimos, sin embargo son recurrentes los casos en los que los diferentes puntos de vista ocasionan discrepancia.
Abogados y Jueces ejercemos nuestra carrera buscando significados, le damos significados a los hechos y al contenido de las normas, en esto consiste la labor de interpretar, y lo hacemos conforme quiénes somos y lo que conocemos, utilizando criterios que abren una enorme gama de posibilidades, en cuanto se puede priorizar el significado literal de la norma, o su finalidad, los aspectos sociales o tal vez los históricos, o la voluntad que tuvo el legislador al momento de crear la norma, o combinar todos ellos, o algunos de ellos; en fin la utilización de estos criterios de interpretación lo que produce es que existan alternativas distintas de solución para un mismo tema, dependiendo del punto de vista que tengamos o defendamos, pudiendo ser incluso estas alternativas totalmente contrarias entre sí.
Esta es una situación inevitable que humaniza los procesos, y que además crea un escenario adicional al simple análisis del caso a la luz de los hechos, las normas, la jurisprudencia y doctrina; en tal sentido, un litigante debe además estudiar a su Juez o a su arbitro a fin de entender cómo piensa, cual ha sido el criterio que ha aplicado en casos símiles, en cuanto lo que lo va a llevar a ganar un proceso no es simplemente tener un buen argumento, sino además que ese argumento convenza a quien debe resolver.
En la práctica lo que sucede con frecuencia es que los Jueces y árbitros al tener acercamiento al caso hacen un juicio de valor del mismo, y es este juicio de valor es el que finalmente determina que norma aplicar a fin de resolver dentro del marco del derecho, estirando o restringiendo los presupuestos de las normas puestas a su disposición, ya sea vía interpretación o integración, a fin de poder resolver de la forma que consideran más justa; acomodando los conceptos y estableciendo precedentes.
Uno de los peores enemigo de un abogado es su soberbia, su falta de tolerancia y empatía; abogados brillantes, de los mejores en su especialidad pierden por subestimar al rival, o sacrificar los intereses de su cliente por priorizar la necesidad de reivindicar su orgullo lastimado por una batalla legal perdida, no aceptan trabajar en equipo porque ninguno de los llamados esta a su nivel, o simplemente no reflexionan sobre las razones que alega la parte contraria y solo ven la suya como una verdad absoluta, generalmente cuando se ven perdidos en un debate terminan las discusiones maltratando a quien los contradice en vez de aclarar aquellos puntos de su sustento que han sido cuestionados inteligentemente. Son como el jugador estrella de un equipo de futbol, que nadie duda que es individualmente el mejor pero que puede hundir un equipo cuando está bajo presión, haciéndose echar o discutiendo innecesariamente con sus propios compañeros. Todo lo que podrían aportar en beneficio de un caso se pierde inútilmente por su carencia de inteligencia emocional para manejarse ante una crisis.
No hay que perder de vista que el objetivo principal de un abogado litigante no es mantener un proceso judicial o arbitral de alta calidad, esa es su obligación, su fin es solucionar el problema de su cliente, lo que implica que el proceso es finalmente un instrumento orientado a lograr este objetivo, si en el camino resulta factible darle fin a las discrepancias de una forma más conveniente su labor va a terminar siendo más exitosa que ganando uno o más procesos judiciales, y para encontrar estas otras fórmulas de solución el abogado debe hacer uso de sus conocimientos en derecho, imaginación y proponer opciones viables de acuerdo a lo que quieren las partes en conflicto previniendo que es lo que estarían dispuestas a aceptar, hay que tener siempre presente que para lograr un acuerdo quienes intervienen en el mismo deben considerar que sus intereses están siendo satisfechos.
En tal sentido, los abogados además de estudiar el problema y establecer cuál es la posición legal a defender, también deben ahondar en los motivos por las que se produjo la crisis , y entender las razones por las cuales la contra parte actúa de determinada manera, ¿cuál es su finalidad?, y prevenir como podría reaccionar ante diferentes situaciones; esto último sirve no solo para establecer la estrategia a seguir al momento de enfrentar la controversia, sino además facilita idear una fórmula de solución que permita proponer diferentes alternativas para prevenir que el conflicto pase a instancias judiciales o arbitrales, o en todo caso poner fin a las mismas mediante un acuerdo extrajudicial.
Es importante tener presente que muchas veces son las fallas en el entendimiento lo que ocasiona discrepancias, estas generalmente se producen porque lo que uno manifiesta o pretende decir difiere de lo que la otra persona percibe o entiende, lo que termina ocasionando un mayor distanciamiento entre las partes. Un ejemplo sencillo y del día a día lo podemos ver en las discusiones que pueden formarse a nivel de redes sociales o correos electrónicos, las que pueden prolongarse sin sentido, desviarse e incluso que quienes participan de la discusión terminen en un enfrentamiento que más que ser un cambio de ideas y opiniones termine siendo un campo de batalla de insultos e intolerancia por simplemente malos entendidos.
Un agravante mayor se da cuando han habido sentimientos o lazos afectivos de por medio, en estos casos generalmente los sentimientos mellan la razón, y provocan que el interés de una persona no solo este orientado a proteger o reclamar un derecho que considera le corresponde, sino además a dañar a la contraparte; este es un elemento que se presenta mucho en los casos de Sucesiones o del Derecho de Familias, en los que puede verse confundido el aspecto patrimonial con el ánimo de revancha o intención simplemente de dañar al otro. Hay momentos en este tipo de casos, en los que las partes olvidan las razones por las que se mantienen el conflicto o que es lo que buscaban en un inicio, y lo único que los motiva es destruir al oponente.
En línea con lo expuesto, queda claro que es muy importante el rol del abogado en las diversas situaciones en las que se puede generar una crisis, el buen abogado debe llamar a la reflexión a su cliente, mostrarle en forma desapasionada cuales son legalmente sus fortalezas y debilidades, entender no solo el caso sino también a las partes que participan del mismo y las motivaciones que tienen para entrar al conflicto, , utilizar el proceso como un medio para solucionar un problema más no como un fin, y sobre todo siempre anteponer las conveniencias del caso a las suyas propias, eligiendo las mejores opciones para su cliente a fin de dar solución una solución satisfactoria a su problemas.
Por: Dr. Daniel Linares
[1]“ Hutcheson, and to a much greater extent Frank, believed that the initial judgment-the hunch- was based les on cases, statutes, and legal principles than on a host of other factors that the law officially refused to recognize but that Frank especially thought actually played a large role. Frank ins frequently caricatured as having believed that judicial decisions were a matter of “what the judge had to breakfast” but his claim is in reality far more sophisticated and nuanced””, SCHAUER, Federick. Thinking Like a Lawyer, cap. 7 (Challenge of Legal Realism) pag. 129.